Se ha vuelto definitivamente la mirada al mercado y la producción empieza a ser industrializada y sencilla. «El grafeno es rígido y perfecto en todos los sentidos. A pesar de que los medios de producción no sean muy sofisticados, el resultado es de buena calidad», explica Francisco Guinea, del Instituto madrileño de Ciencia de Materiales del Centro Superior de Investigaciones Científicas. España se está posicionando como productor global de grafeno.
De momento, son cuatro empresas las que fabrican a nivel industrial este producto, cuyos principales consumidores son asiáticos. «Se estima que para 2020 el mercado sea de 675 millones de euros», explica Jesús de La Fuente, de la empresa vasca Graphenea. Su proceso de producción se está revelando como el mejor para grandes cantidades (la mayor producción ha sido de 80 cm2 para uso en investigación) y medioambientalmente seguro. Se parte de algún gas rico en carbono, como el metano, se rompe la molécula en hornos a 900-1.000 grados y los átomos de carbono se van depositando encima de un material como el cobre. El único residuo es el hidrógeno.
Aquí van las diferentes aplicaciones, desde las primeras, pantallas o radares, hasta las que se vendrán después, complejísimos circuitos eléctricos. Como declaraba uno de los expertos consultados, cualquier objeto, ropa, papel, ventanas o nuestro propio cuerpo, será electrónico. Además, no es nocivo para la salud, puesto que también nosotros estamos hechos de carbono.
Pantallas táctiles… flexibles, planas y transparentes. El óxido de indio, material clave hasta ahora para la industria, es escaso y caro, y el grafeno se está posicionando tanto en el área de dispositivos móviles como en células fotovoltaicas.
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